El velo de la desconfianza
Como personas que somos siempre hemos necesitado tener un sentido de pertenencia hacia alguna cosa, sea la que sea, una casa, otra persona, un perro, un pedazo de vida, un maletín y la corbata, a nuestro propio nombre y hasta a nuestra propia sombra. Necesitamos de algo que de testimonio de nosotros mismos, incluso si son solo cosas que lleven nuestras huellas digitales. Algunos optan por rodearse de amigos, de iguales que puedan dar testimonio de la vida de alguno. Pero, ¿cuál es el fundamento detrás de esta necesidad de pertenencia? Miedo, señores, miedo a descubrir que uno vive solo para sí y que no deja nada al morir. Que solo es mientras se tiene conciencia de si mismo, mientras pueda decir uno: “Hoy es Jueves, son las 9 y estoy sentado aquí, a mi costado mis amigos y en mi mano una cerveza”.
En otras palabras: inseguridad de la existencia misma. Entonces, si es que yace tan profundamente esta llaga dentro de los seres humanos, ¿cómo se pide siquiera que tengan certeza alguna respecto a otra cosa u otro ser? Si no están seguros de su existencia, que es dependiente a la atención ajena, no se puede estar seguro de alguna otra cosa menos relevante. Si la base es imaginaria, ¿podría sostener algo concreto y real? Es esta inseguridad la que nos lleva a adueñarnos de todo lo que podamos, de marcar como bestias nuestro territorio. Quizá el niño tenga miedo a la oscuridad porque en ella ya no ve a su sombra ni a si mismo, no se reconoce en ninguna superficie, ni reconocer superficie alguna, quizá ese miedo no sea a la oscuridad sino al no existir.Y, si no tenemos seguridad de algo se deriva necesariamente que no podemos confiar en algo tampoco. Desconfiamos de nuestra propia existencia, desconfiamos de los demás, desconfiamos incluso de tanta desconfianza.
Desconfianza, inseguridad, miedo, posesión; todo nace de los hombres con su patológica necesidad de buscar eternidad. La desconfianza nace del miedo de aceptarnos efímeros, de saber que si a Juanito le da amnesia dejaré de existir para Juanito. Pobres hombres, son más importantes en Juanito que en sí mismos. Así, ¿cómo esperan de ellos lo que a los seres humanos les corresponde? Y ¿por qué esos hombres tratan con tanto afán de apañar a los seres humanos? Mientras yo solo tengo que decir: Tengo mi sombra al costado, siempre me sigue, no la pienso, no la busco, no la ve más sé que allí estará.